El consuelo
Después de tanto, pero tanto, sólo quedaba un consuelo. Entre vómitos y cervezas y cigarros, entre la búsqueda de las piezas que la convertirían en alguien, en algo que todavía no sabía, el consuelo era que él, el que se había ido, para la siguiente noche ya tendría a alguien en su cama. Y algún día pasaría lo mismo.
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