Horadar las tinieblas con una lámpara es perder la lámpara y las tinieblas

jueves, abril 27, 2006

Tos alérgica


Tengo gripa y tos. La gripa, demasiado lentamente, se está yendo. La tos se queda. (Me recuerda a una tos alérgica que tuve alguna vez, y $500 pesos después de la consulta con el especialista y $500 pesos después de la farmacia y las medicinas, se me quitó en dos días. Esos son lujos). Ha decidido estar en mí. Me eligió como remanso.

Como tú.

Remanso del que no sabe por dónde vivir ya, del solitario, del que no entiende al mundo porque el mundo no lo entiende. Del loco que se atrevió a imaginar que hay algo más allá. Algo, incluso, más que yo, pero que se conforma (no hay de otra, pues). Del triste, del lánguido sentimental, en fin, del que es como yo misma.

(Del que puede llorar todas las vidas y también sentirlo todo, todo el mundo, todos los árboles y los bichos, todas las olas, una por una, todas las alegrías y todos los silencios. Todas las risas y todos los orgasmos. Del que es, pues, como yo misma…)

¿Y mi tristeza y mi languidez? ¿Cuánto dolor puedes soportar, cuánto puedo yo? Me voy, pero me llevo a mi mundo conmigo (sí, y también a mis tristezas, languideces y en fin…) para continuarlo a donde me quede. A donde me quede, pero sin ti.

¿Son válidas las despedidas?

Nadie lo entenderá, sólo tú. Tú, que ahora callas (antes escribías, ahora sólo espero).

La gripa, definitivamente, causa daño neuronal. Y tengo hambre.

LA CIUDAD
Dijiste: “Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón – como un cadáver – sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.
Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí”.
Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar no esperes
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.

Constantin Cavafis