Horadar las tinieblas con una lámpara es perder la lámpara y las tinieblas

martes, noviembre 25, 2008

Lo cotidiano y lo admirable


Siempre que me agobian las tareas pendientes es cuando me doy más tiempo para leer las noticias.


Es una rebeldía que no entiendo, pero ni falta que hace.


Hoy, en los Estados Unidos, se rechazó la ley que prohíbe a los homosexuales adoptar niños. Un paso pequeño para el hombre, pero un paso enorme para la humanidad. Habría que celebrar, y con el antojo que tengo de brownies o pastel…


Y claro, en Florida, un estado calificado como conservador… habría que preguntarle a las chicas en minibikinis que por las noches se convierten en lagartijas. A las cincuentonas que se broncean bajo un sol que calienta, pero nunca como en Acapulco. Y nunca broncea como una cama de rayos ultravioleta (¿son ultravioleta?). Pero el aparador es lo importante.

Nunca he estado en Florida, y la verdad es que no tengo ni ganas. Pero me autonombro fan de ese juez que ha rechazado esta ley absurda, y fan de ese hombre que ha adoptado a sus dos medios hermanos pequeñitos. Son gestos que la humanidad debería premiar en lugar de castigar.
Por otro lado, esta tarde una mujer celebra el día de la no violencia contra las mujeres con una exposición de pintura. No es algo que me muera por ver, pero es como… como solidaridad de género. No sé si pueda ir, al final, pero sé que varias estarán ahí por lo mismo. Finalmente, ¿cuántas podrían decir que no han sufrido violencia de género? Yo misma me doy cuenta, cuando paso frente a un hombre “muy machote”, cómo bajo la mirada, cómo me da miedo. Historias he escuchado muchísimas, pero también tengo algunas. Y muy feas.

No es mi intención compartirlas, y mucho menos azuzar el miedo o el rencor. Finalmente los hombres no tienen la culpa de ser hombres. Digo, de que otros hombres sean violentos con las mujeres. Y también la responsabilidad debe recaer sobre las mujeres, sobre nosotras las madres, porque también educamos a los violentos.

Pero es un tema demasiado profundo. Y yo sigo pendiendo de un globo aerostático, con sólo un dedo del pie rozando el piso.

Con un mundo de actividades y con muchas, pero muchas ganas de ver películas y comer palomitas…

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viernes, noviembre 21, 2008

Luz de invierno (por eso mejor cierro los ojos)


Hace varios días que cambió la luz. Ahora hay luz de invierno, y eso siempre me ha puesto un poco triste, no sé por qué. Nada que ver con las fiestas navideñas, en eso soy medio “grinch”, es sólo que el sol… no sé, el sol es diferente. Estoy segura que se podría relacionar con la serotonina, pero me da flojera investigar.


Además de que el sol es diferente, todo es diferente ahora. Y no me gusta. No me gusta nada. No me gusta porque no lo entiendo. Y como no lo entiendo, temo. Temo todo el tiempo. Y no me gusta temer, ¿a quién le gusta? (Te temo más que a los aviones...)


Es extraño sentirme sin brazos, decididamente sola. Soy fuerte, pero con la luz de inverno flaqueo, y regreso al tiempo al que no debo volver, porque no existes.
Pendientes de la semana: adelanto de tesis, seminario, examen para llevar (para miércoles), presentación (para viernes), reporte de práctica (qué bueno que no pregunté para cuando, así tengo el pretexto de no sabía…). Se viene arremolinando un fin de semana que debería ser dedicado a todo esto (claro, más lo de siempre) y en lo único que pienso es en llegar a casa y meterme bajo las cobijas y cerrar los ojos, atraparlos, que no vean nada, que no lloren, que no busquen. Y no esperar.


No esperar porque de cualquier manera no te encuentro. Es decir, no te encuentro de ninguna manera. O seré yo la que se quedó perdida.


He decidido cerrarme. Para ti, para todos. Para todos menos, claro, para Esteban, el único que me mantiene en pie, al menos con un dedo del pie en la tierra. Mi faro.


No sabría cómo explicar estas ausencias.


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