Horadar las tinieblas con una lámpara es perder la lámpara y las tinieblas

jueves, julio 10, 2008



1…2…3…


Bien, parece que todavía hablo sola. Al final es verdad que nada cambia del todo. El día está nublado y eso no es de mucha ayuda, sin contar que son vacaciones.


Sí, ya sé, seis meses sin escribir una línea. Hasta yo pensé que me secaba. Igual escribir para nadie y no escribir no hace diferencia en la continuidad del espacio-tiempo, sólo conmigo. Soy otra cuando escribo. Escriben las otras. Casi todas.


Dice el sistema meteorológico que está lloviendo casi en todo el país. El desierto, mi casa, es excepción. Pero con las nubes descansamos de los cuarenta grados.


Con todo, el día huele a tormenta, y me emociono. Me han prometido huracanes y me han dado lloviznas. No quiero paz, no hay paz, dice Sabines. (Él quiere quedarse sordomudo, yo no no no!). Ayúdame con los botones, mi piel es la única ropa que creo que podría llevar, leí ayer. Ayúdame con los botones… huele a tormenta… estoy dispuesta. A todo.


Creo que es jueves, aunque parece viernes. O sábado. O lunes. Podría ser cualquier día de cualquier año. Tengo que hacer algo que ahora no recuerdo. Bueno, además de una tesis. Dos tesis. Todo fuera como eso.


Hace un mes que Daniela se empezó a despedir. Le quedan 7 días y la lloramos por adelantado. La celebramos. Odio las despedidas, sobre todo cuando involucran aviones, distancias trasatlánticas, promesas de volver, cervezas. Siempre lloro. Como en las películas.


Empezaré por desabrocharme. El cabello, los botones, los broches que sujetan mi pecho, el cinturón asido a mi cintura. Veremos qué dice la noche. Se aceptan sugerencias.