Horadar las tinieblas con una lámpara es perder la lámpara y las tinieblas

jueves, abril 29, 2010

Los medios electrónicos

Y es verdad que los que estamos aquí, en este espacio-hiper, de alguna manera estamos conectados. Nuestras posibilidades son infinitas. Pero ¿valdrá la pena decirlo? ¿Hay alguien ahí que me lea?

viernes, abril 23, 2010

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Aprovecho que vengo de un taller, bueno, no taller, pero sí una mesita de debate literario. Vengan los poetas que me han cimbrado...

Abigael Bohórquez

La Tierra Prometida

(fragmentos)

I

Amante,

cuando te plazca amanecer,

cuando tu cuerpo recomience poderes

y convalezca del sueño conferido

y abras los ojos al rescate del día

y sobrevengas;

cuando despiertes:

sonando todavía en tu cabeza

la voz cálida, espesa de la vida

que todavía ayer decíamos

mano en la mano, absortos,

como niños recientes;

cuando despiertes, despacísimo,

amante mío, mi semejante voluptuoso,

preguntarás qué fue lo que pasó

mientras dormías,

cómo es que, de repente,

el viento ya no está ni su memoria,

preguntarás dónde quedó la vida,

sus querencias,

sus gracias vagabundas, su hermosura,

qué fue de tanto como un día fuimos,

tú que amabas el sol, el pan, los niños,

las creaturas silvestres, los aromas,

los zumos, las estrías, la retama,

el vino, el fuego, el coito,

la infancia de los ríos;

bajo cuál sitio de la muerte

se olvidaron los nítidos aceites,

el zureo, los peces, la paloma,

el rastro de la hormiga y sus quehaceres,

cuándo fue que arrasamos los últimos tropeles

y cuándo la destreza de los dientes

acabó la cebolla.

Me acuerdo de la vida;

me acuerdo

que alguna vez llovió,

y en el alba liviana

los árboles en flor eran de pájaros.

Olía el campo a limas,

a albahaca y luz en el ámbito perfecto;

suelta iba la alegría

y el esmeralda suelto entre los campanarios;

hundíamos las manos en la vida,

viajábamos al fondo del caracol sonoro;

la alondra

era estrella mojada;

abril era en tu torso sembradura,

labranza de balidos y,

de pronto,

la vida estaba ahí,

quietas las manos,

muerta.

III

Amante,

tú no andarás esta heredad siniestra,

no aullarás en las cuevas tu amargo sinsentido.

no beberás tus lágrimas, tu orina agazapada,

no escarbarás el polvo de las cosas que han sido,

no añorarás la lumbre en el terror más alto,

de cierto te lo digo.

Si algo habrá de perdurar

de esto que fue tomando sinrazón

será tu libertad;

yo he de quedarme adentro,

mendigando

el alegre pavor

de que he quedado preso,

loco.

Apenas si oigo en la horaigual mi corazón

y estas viejas palabras:

la tierra era tan nuestra

y agotamos su vida fresca y honda,

su inocente alegría,

su tibieza profunda y luminosa.

Amante,

ahora sé que has muerto

y todo es menos puro entre mis manos.

Así

me voy doblando, abrasándome, quebrándome

en la perfecta soledad;

quedan ya sólo aquí memorias, eco de lo que fueran

tu exacta piel, la rosa, las guitarras,

los pueblos en verano, la Poesía,

ciertas caricias que inventamos,

pero también aún

éste que soy,

Caín, tu hermano vivo,

y vivo,

sin embargo.

Camarada, amor mío,

Abel,

mi semejante voluptuoso,

dios póstumo y oscuro,

no vivirás

la tierra

prometida.

10

Amor:

tú me horadas, me dueles, me subyugas, me vences,

me aniñas, me estremeces, me endulzas, me masturbas,

me embriagas, me eyaculas, me maternizas, me andas,

me enviudas, me alboreas, me sustentas, me vives,

me amaneces, me besas, me penetras, me matas,

buena ventura

si muerto yo, pudiera seguir siendo

tu recuerdo más próximo,

muchacho,

o mejor tú, en la tierra, multiplicado

hombre,

porque aquí entre mis cosas, si es que estoy,

si es que sigo,

te convalezco a diario,

vuelto a morir de ti,

por ver si me recuerdas.

Pero vivo.