Horadar las tinieblas con una lámpara es perder la lámpara y las tinieblas

lunes, agosto 18, 2008

Distancia justa

Estuve buscando poesía. De pronto, un día, tuve esa necesidad casi homicida de escribir, de encontrarme escrita, de reflejarme y leerme. Nunca he creído en esas divisiones artificiales entre poesía mexicana y poesía española, cubana, chilena… especialmente en Iberoamérica; o la poesía escrita en la misma lengua, en diferentes países… por ejemplo, el Borges en inglés, ¿pertenece a la literatura anglosajona o a la latinoamericana? Borges será siempre Borges. Un poeta, dirían muchos, universal. Yo soy un poco menos pretenciosa, diría, un poeta planetario.

Por supuesto, menos creo en esa división en poesía femenina, poesía masculina, poesía gay (masculina), poesía lésbica. Y sin embargo hay quienes se han dedicado a hacer grandes estudios que resultan en pesados libros, acerca de la poesía de cualquiera de estos “grupos”, artificialmente separados, como si no viviéramos todos juntos, como si no nos influenciáramos todos a todos, como si viviéramos en ghettos exclusivos, como si no fuéramos a las mismas tiendas, parques, incluso a los mismos baños.

Y tal vez me equivoco, pero me da lo mismo. Nunca seré una erudita, no lo pretendo. Pero en eso estaba, cuando se me ocurrió, en contra de todo lo que he explicado arriba, buscar poetas mujeres, lo que han escrito, conocerlas, conocerme a través de ellas. Y así encontré maravillas:

DISTANCIA JUSTA
En el amor, y en el boxeo
todo es cuestión de distancia
Si te acercas demasiado me excito
me asustome obnubilo digo tonterías
me echo a temblar
pero si estás lejos
sufro entristezco
me desvelo
y escribo poemas.

Cristina Peri Rossi
"Otra vez eros" 1994

Y pensé PINCHE VIEJA, cuánto me conoce, cuánto es yo, cuánto soy ella. ¿Me observa? ¿Me persigue?

Así, ese día se me fue, en una columna cromatográfica y poemas cayéndoseme por los ojos, y me pregunté qué hacía encerrada en un laboratorio… más tarde me respondí. Pero esa es otra historia.

La muerte tocó a mi familia. La siempre misteriosa muerte nos amputó un pedazo, y nos obligó a pensar en la muerte de los amados, en la propia muerte. Y aunque llorar no consuela y sólo deshidrata, era inevitable, a pesar de todas esas flores de muerto contento. Esteban, a partir de entonces, dibuja dinosaurios, niños, monstruos… muertos. Mientras para él es natural y no le preocupa ni le estresa, a mí me asusta. Será que, como su padre, es más sabio, está en otro nivel. Yo soy tan simple, que no puedo evitar llorar en cada esquina…

miércoles, agosto 06, 2008

Noviembre


Quedaron huellas en mi cuerpo, qué más da, de la intensidad que te tuve. De la intensidad con la que pensé te tenía. Pero era sólo yo.


Todo va cayendo a su lugar; las despedidas trasatlánticas nunca me han gustado. La lejanía tiene un precio, y aunque me niego a pagarlo, lo pago. Es mucho más fácil cuando se va un amigo.
Las despedidas momentáneas y arrepentidas me quitan el aire, me desmayan, y todo se complica. Es decir, me complico yo solita.


El fantasma del cáncer se pasea y se ríe. Pero nunca me sentí sola en el mundo. Nos asusta a todos.


Desvarío en el laboratorio, atrapada frente a una ventana donde veo que la gente pasa y pasa. No es queja, aquí tengo frío, y sé que si alguien me leyera sabría que es gran fortuna poder sufrirlo cuando nos azotan más de cuarenta grados dignos del agosto paceño. La campana de extracción está encendida, no puedo culpar a los solventes. (Pero sé que si encendiera un cigarro, adornaría esa ventana conmigo. Con pedacitos de mí. ¿Probamos?).


Ayer, cuando salí, escuchaba música. Y viajé en el tiempo. Me fui hasta noviembre, hasta diciembre, ¿te imaginas? No fue un viaje largo. Pero era otra.


Por la tarde las prisas, las risas, otra despedida transmarítima, esta vez sin lágrimas, me distrajo los ojos, los cabellos en el camino con ventanas abiertas, los pensamientos antiguos de cicatrices todavía no cerradas.


Por la noche no pude levantarme, caí en cama, enferma. Me dolía la panza de noviembre, de diciembre y de enero. De febrero, marzo, abril y mayo. Y del verano tan risueño. Y del agosto en el que viajé en el tiempo.


Mi casa tuvo flores.
Gracias

Etiquetas: